
"El Jardín Adventicio"
LUIS PALACIOS KAIM
¿Si abandono una parcela a su suerte?, ¿si me olvido de ella? ¿ si dejo de proporcionarle agua y nutrientes? ¿si permito que el matorral la invada?
Sin duda, poco a poco, el terreno adquirirá otra fisonomía, seguramente más agreste y aparentemente más desordenada. Pero al decir, “desordenada”¿a qué orden me estoy refiriendo? ¿contra que principios la estoy contrastando? De hecho, el jardín adventicio, al intentar retirar la intervención humana, crea su propio orden, en el cual , cada individuo que lo forma, mantiene una relación orgánica con el todo. En lo adventicio, lo azaroso, no es sinónimo de desorden, por el contrario, su manera de establecerse y subsistir, responde a leyes biológicas complejas y precisas.
En nuestras sociedades no existe un orden natural, lo que existe son preceptos o normas a seguir de acuerdo a un criterio determinado culturalmente. Cada sociedad implanta sus criterios y dentro de ellos cada persona manifiesta sus potencialidades.
El jardín, como cualquier otra construcción social, es el reflejo de una visión del mundo, producto de condiciones históricas concretas. Cada jardín nos puede relatar una historia; llevarnos al pasado, y a la ves, proponernos una creación inédita; ulterior.
En mis trabajos anteriores al “Jardín adventicio”, dejo ver un interés recurrente por los conceptos de; territorio, valor, uso, infraestructura, poder, orden, mercado, belleza, creación, significación o lenguaje. ¿Qué poder real tiene un ciudadano, para ejercer su creatividad? ¿A qué valores responde? ¿cómo se inserta en el intercambio de intereses y propuestas?
Ahora los llevo a una realidad tan cercana que muchas veces no nos percatamos de ella. Me refiero concretamente a la presencia de una flora marginal que aparece intempestivamente en los sitios más diversos e inesperados. Generalmente , fuera de todo control y ordenamiento. En ocaciones de manera invasiva, otras, las más, soterradamente. A falta de un nombre más adecuado, las llamamos “mala hierba”.
A esta “mala hierba”, se le combate o simplemente se le ignora. Siendo parte de nuestro sistema ecológico básico, pareciera que no existe a pesar de que representa un volumen enorme de masa vegetal. Pero no solo eso, gracias a ellas la polinización y otros procesos ecológicos son posibles. No olvidemos que las plantas de invernadero, además de no responder a ciclos estacionales, requieren de un mantenimiento artificial costoso y poseen un sistema reproductivo mermado.
En cambio la “ mala hierba” se adapta a cualquier lugar, sobrevive a toda clase de inclemencias y muere o dormita cuando su relój biológico lo marca o cualquier otro evento exterior lo destruye. Existen dos ámbitos extremos: por un lado, está la naturaleza; lo dado sin la intervención humana, por el otro, la cultura; las creaciones del hombre. Entre un punto y el otro, existe una graduación interminable de opciones. La pregunta siempre es: ¿De qué manera combino ambos elementos? En la construcción de un jardín, posiblemente sea la primer pregunta a responder. En un jardín adventicio, lo natural tiende a prevalecer, aunque lo humano, lo cultural lo fundamenta, lo procura y lo explica.
Desde mi punto de vista pareciera existir una contradicción en los términos. Ya que, un jardín, básicamente, es el resultado de una planeación humana, y lo adventicio por definición, nos habla de un lugar azaroso, en el que no existe ningún tipo de intervención o de regulación humana.
Esta idea se aproxima al grado cero de la jardinería. Sin embargo, ya el hecho de concebirlo y registrarlo, nos habla ya de una intervención cultural.
Una de las intenciones del proyecto sería poner en tela de juicio, la negatividad de ciertos términos que el sistema desecha tanto para la flora y fauna como para los seres humanos. Conceptos que quizá sean la clave para resolver los problemas que acarrea el neoliberalismo con sus ideas de progreso, consumo y riqueza ilimitada. Palabra tales como: marginal, azaroso, humilde, escaso, marchito, árido, rebelde, silvestre, pobre, salvaje, modesto y precario, perecedero, debieran ser analizadas, discutidas y revaloradas, tanto desde una perspectiva botánica y estética como antropológica y política.
